A 15 km de Creel, en el suroeste de Chihuahua, hay un asombroso espacio escultórico, creado por el más paciente de los artistas: la naturaleza.
Es fácil adivinar por qué alguien escogería ese nombre para este sitio: “Valle de los Monjes”. El silencio sepulcral es solo interrumpido por las aves y el viento. Las formaciones rocosas, colosales e impávidas, parecen desfilar como una bandada de monjes pero, en realidad, se mantienen firmes.
El viento y la lluvia le dieron su peculiar forma a las rocas del Valle de los Monjes, a lo largo de millones de años. De origen calizo y corazón de roca sedimentaria, el material es el ideal para que se susciten este tipo de fenómenos.
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